Hasta fines
del siglo XX se creía que el cerebro se desarrollaba en los primeros años
de vida y que la genética
nos condicionaba indefectiblemente. Actualmente, las
neurociencias han demostrado que el cerebro puede ser
transformado de manera intencional cambiando tanto su estructura como
el funcionamiento y la epigenética asegura que los genes son
afectados por el ambiente en que residen. ¡ Un gran cambio de paradigma!
Durante toda
la vida, gracias a su plasticidad, el cerebro se adapta en respuesta
a las experiencias. Crea nuevas conexiones u organiza las existentes
modificando la manera en que se procesa la información y se toman
decisiones. Se han realizado múltiples estudios que prueban ésta capacidad.
Entre los más conocidos podemos mencionar los cambios que se produjeron en el
hipocampo de los taxistas de Londres, a quienes se
les exige memorizar infinidad de calles, plazas y
lugares históricos, para obtener la licencia. Como resultado del
ejercicio de la memoria espacial se desarrolló esa parte del
cerebro (Eleanor Maguire 2000). Un efecto similar se ha
observado en el cerebro de los músicos.
Es muy
esperanzador saber que todos podemos cambiar para mejorar. Estos cambios
ocurren seamos o no conscientes de ellos. Lo que marca la diferencia es que en
el primer caso podemos provocar voluntariamente las modificaciones
a través de nuestros propios pensamientos. Cuando se aprende a
controlar el cerebro y las emociones se puede influir en el cuerpo y
crear una vida de acuerdo a nuestro propio diseño. Esto significa que las
caratulas que nos han colocado ubicándonos entre los tímidos, ansiosos,
impulsivos, pacientes, optimistas, etc. no son definitivas y pueden ser
voluntariamente modificadas a través del cambio en pensamientos y
actitudes. Dicho de otra manera, tenemos la capacidad de convertirnos en el
tipo de persona que queremos ser.
Con un
entrenamiento adecuado podemos modificar las creencias y nuestro perfil
emocional. El Dr. Richard J. Davidson, investigador de la universidad
de Wisconsin ha utilizado las mejores herramientas de la
neurociencia para entender como el cerebro puede transformarse a través de
involucrarse en prácticas mentales originadas en la
contemplación, tales como la meditación. El considera que hasta
ahora se han estudiado los estados negativos como ansiedad, miedo o
tristeza y es momento de enfocarse en las cualidades positivas como
la compasión. Las partes del cerebro que se ven afectada por la
meditación son las relacionadas con emociones básicas como odio,
amor, miedo, disgusto y las que están involucradas en la
anticipación de la recompensa.
La doctora en
psicología social Sonia Lyubomirsky ha definido la felicidad como “experiencia de alegría,
satisfacción o bienestar positivo combinada con la sensación de que nuestra
vida es buena, tiene sentido y vale la pena” y considera que la felicidad
depende: 50% de la genética, un 10 % de las circunstancias y un
40% de nuestra actividad deliberada.
Generalmente
pensamos que las personas son felices porque tienen suerte, dinero, salud,
pareja, familia, éxito, etc., todos factores que pertenecen al 10% que
representa a las circunstancias. Sin embargo, si aceptamos que el 40 % depende
de una actividad deliberada, vale la pena dedicar tiempo a
desarrollar estrategias para mejorar la calidad de nuestra vida e
incrementar la felicidad como algo interno, propio de cada
persona. Si sabemos cuál es la actitud, las creencias y las
actividades que realizan las personas felices, tenemos todas las posibilidades
de ser también más felices.
La respuesta
a la pregunta del comienzo es palmariamente clara: SI podemos mejorar la
calidad de nuestra vida, ser más felices y saludables. Tenemos a nuestra
disposición las herramientas para lograrlo. Lo que hace falta es la
determinación y el coraje necesarios para abandonar nuestra “zona de confort” y
aventurarnos en un camino de desafíos y logros.